Siempre he sido una persona con gustos raros. Nunca me ha gustado lo común o lo corriente, siempre es algo que se adapte a mí. Y eso se ajusta a los hombres también...
Al momento puedo decir que ningún novio que he tenido a lo largo de mi vida se ha parecido a otro. Todos son diferentes físicamente hablando, pero todos tienen una misma característica: son inteligentes. Quizás pueda decir que no he estado siempre con hombres agraciados, pero de algo sí estoy segura: siempre he estado con hombres brillantes.
Yo me enamoro del cerebro de las personas, de los hombres que en una conversación te atrapan, que son capaces de argumentar y argumentar con hechos. Me enamoro de hombres que saben lo que quieren... Sin embargo, yo nunca sé demostrar lo que quiero.
Y ahí está el problema, ¿Cómo le haces saber a alguien que estás pensando más en él de lo que estás acostumbrada?, ¿Cómo sobrepasas los límites?, nunca lo supe, siempre creí saberlo... pero la verdad es que me dejaba llevar. Y ahora que tengo la oportunidad de demostrar, demuestro lo opuesto, lo que no quisiera que vean de mí.
Quisiera ser esa mujer súper profunda que la gente cree que soy, quisiera demostrar y abrirme y decir todo lo que está en mi mente, pero me limito porque no sé cómo va a reaccionar esa otra persona. No es igual hablar de lo que te ocurre todos los días a hablar de lo que pasa por tu mente.... Quisiera dejarme llevar otra vez, pero tengo miedo. Tengo miedo de que lo que vean no vaya a gustar.
Ya al diablo, seré una vieja solterona de ochenta años con seis gatos.
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